
El anhelo, tal y como anuncia el salto al vacío que dibuja con descaro su intercalada hache, no es más que la parábola de aire insolente que se balancea entre la comisura de tus labios y la de mis titubeos... tan abarcable y frágil que da miedo romperla con un pestañeo. Intentas decirlo con la boca pequeña, y se te escapa una i, y ya no es anhelo, sino anhielo, y de pronto hace frío, y no me das la mano.
El deseo es otra cosa. La ese curvilínea y sugerente da la mano a un diptongo de boca abierta, sin sutileza y con la rotundidad suficiente como para hacer palpitar tus cuerdas vocales, mientras los labios rematan con un lazo la redondez del vocablo... y se cierran como un regalo de charol rojo. Y los saboreo como fresas de abril, plenas y henchidas. Y ya no tengo frío nunca más.
Definitivamente, acabo de convertirme en fan. Y hacerme seguidora!!! Un besín
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