Tres mañanas
de cobalto
me asaltaron,
de camino a mis rutinas.
Había frío en los rincones,
alientos de otoño
presagiando lluvias metálicas
y superficies que lloraban
en silencio,
al arrullo de las nubes bajas.
No había más que hablar.
(tiritaría,
dejando manar a los mechones
sobre la meseta de mis sienes)
Supuse agua,
ser líquido argentado
que se trenza con el aire,
en ese estado de gracia
y partículas
que cala y apuntilla,
invisible.
Supuse luces muertas,
densas de reflejos leves,
tatuando a la vida
de crepúsculos veloces
y siluetas ocres.
Supuse viento
de murmullos
y recodos,
bufanda sin cuerpo
que se enrosca a los lapsos vacíos.
(Cada año llegan antes,
los arañazos
y el desdén
del calendario)
arañazos de nube.
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tres abrazos
supuse...
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