martedì 14 ottobre 2008

Tic tac


De pequeño soñaba con un otoño de hojas moradas, y con norias que se salían de sus ejes para llevarme a los confines de mi mente. Los molinillos de algodón azucarado giraban y giraban impulsados por un viento que reía con carcajadas de armónica y organillo. Y era de noche, pero siempre hacía sol. Sol de neón parpadeante y de colores, que calienta igual y de paso te alegra la vida.

También tenía un sonajero. No era de mecanismo simple, porque sólo funcionaba en los atardeceres de domingo, siempre y cuando los lunes no hubiera colegio. Las horas pasaban más lentas al compás de sus cascabeles plateados, así que en aquellas tardes ociosas me daba tiempo a recortar crepúsculos y pegarlos en la pared de mi cuarto, entre el cazamariposas sin estrenar y una chistera de la que nunca supe si tenía fondo, porque jamás tuve el valor asomarme a su interior. Luego me iba de paseo y, mientras rodaba montado en mi noria, pensaba que la vida también se podía estirar o encoger a golpe de sonajero plateado, que el tiempo no era sino una suerte de plastilina a mi servicio, flexible, moldeable y de colores rotundos, infinita.

Todo fue bien hasta que ataron un reloj-calculadora-cronómetro alrededor de mi muñeca. El sol de neón se fundió, y me tuve que aferrar a la luz mortecina de aquel aparato, que sólo brillaba cuando pulsaba un botón, el de la esquina superior izquierda. Los organillos y las armónicas enmudecieron, acallados por los pitidos que, insistentes y rítmicos, encajonaban mis sueños en unos compartimentos estancos llamados minutos. Por suerte, bastaba con pulsar el botón inferior izquierdo para que el artilugio se callara durante un rato. Ya no salí nunca más a pasear en noria, bastantes vueltas me daba la cabeza al poner en hora la alarma despertador, presionando simultáneamente el botón superior derecho y la tecla auxiliar situada en la zona inferior de la pantalla. Jamás supe para qué servía la tecla inferior derecha.

Lo peor de todo es que nunca pude comprobar el alcance de los poderes de mi sonajero. Con aquel grillete de plástico negro, el brazo me pesaba demasiado como para hacer sonar sus cascabeles plateados.

2 commenti:

  1. no te quejes, tu reloj siempre marca un minuto de más... :)

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  2. plas plas plas plas plas!!!

    me quito el sombrero ante usted, futuro terminólogo ;);)

    Me ha gustado tanto la corrección que más que un caramelito mereces una pijadilla de importación acompañada de un Nestea ;)

    Muaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaks

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A voi la parola ;)