tampoco se trata de ignorar
cada hora que acumulo
esperando que no seas
otro cheque en blanco
porque alguien lo embadurnó de Tippex.
O de algo peor.
Empiezo a sospechar
(con la dulzura de quien disfruta
sospechando,
como si abriera una caja de música por primera vez)
las grandezas que bosquejas
en todos tus segundos.
Y voy aprendiendo a perfilar, casi a ciegas,
esas cápsulas de ti
que despuntan en mis dedos.
Tienen la cadencia de la lluvia
y una fuerza de centellas.
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